Barbuda, está «literalmente en escombros»
y «malamente habitable»; Saint Martin tiene «barcos en las montañas y todo destruido»; Anguilla se encuentra «devastada como si hubieran tirado una bomba atómica»; Saint Thomas y Saint John están «muy devastadas, y hemos visto cómo había casas que eran arrancadas de cuajo y estampadas contra otras casas».
Ésos son algunos de los calificativos empleados tanto por las autoridades como por los residentes o incluso los turistas de esas islas después de la visita del huracán Irma, una tormenta tropical de categoría 5 – la más alta que existe – que ha devastado parte del norte del Caribe y, tras recalar en Puerto Rico, donde esta noche ha dejado al menos dos víctimas mortales, se dirige hacia República Dominicana, Haití, Cuba y, finalmente, Estados Unidos.
Los datos de los daños provocados por Irma son, por ahora, imposibles de evaluar, por la sencilla razón de que la infraestructura está tan pulverizada que nadie es capaz de calcularlos. La estación de bomberos de Saint Barthelemy tiene un metro de agua, y el personal ha tenido que buscar refugio en el segundo piso, según las autoridades francesas que controlan la isla (que debe su nombre al hermano de Cristóbal Colón, Bartolomeo) desde 1878. El aeropuerto internacional Princesa Juliana de Sint Marteen – famoso en el mundo entero por las imágenes de los aviones pasando en vuelo rasante sobre una playa atestada de turistas – está destruido, de acuerdo con la información suministrada por el Gobierno de Holanda.
El único hospital de Saint Thomas, en las Islas Vírgenes de EEUU, está destruido, y los pacientes estaban siendo evacuados ayer por helicóptero a la vecina isla de Saint Croix. Cuatro horas antes de que Irma rozara el norte de Puerto Rico, 300.000 personas se quedaron sin suministro eléctrico. Los daños materiales son tan enormes que hacen difícil incluso estimar la magnitud de Irma, como revela el hecho de que la estación meteorológica de la colonia francesa de Guadalupe se quedara ayer inutilizada. Esos daños hacen que la ayuda llegue con cuentagotas. Como dijo ayer Stacey Plakett, que representa a las Islas Vírgenes de EEUU en el Congreso de ese país – donde tiene voz, pero no voto -, sin aeropuertos abiertos y sin que el mar se calme definitivamente, la ayuda no llega. «Somos islas. No hay manera de mandar camiones con ayuda», remachó Plakett con cierto sarcasmo.
La única noticia mínimamente positiva es que el número de víctimas mortales no parece muy alto. Según las cifras manejadas por los diferentes Gobiernos, Irma ha causado un máximo de 13 muertes, ocho de ellas en la colonia francesa de Saint Martin. Pero parece muy probable que la cifra aumente.
Hasta ahora, el huracán solo ha afectado a áreas habitadas en total por unas 170.000 personas, aunque esa cifra no incluye a decenas de miles de turistas, sobre todo en un país, Antigua y Barbuda, y en los últimos restos en el Caribe de los imperios coloniales francés (Saint Martin), británico (Anguilla y Tortola), holandés (Sint Marteen), y estadounidense (Puerto Rico, Saint Thomas y Saint John).
A partir de anoche, sin embargo, las cosas se hacían más serias. Puerto Rico tiene 3,5 millones de habitantes; Haití, República Dominicana, Cuba, Bahamas, y Turks y Caicos, donde se espera que la tormenta llegue mañana y pasado, viven 31 millones más. En total, hay 49 millones de personas viviendo en el área que puede ser afectada por el huracán, según una estimación de Naciones Unidas.
Todos esos países y territorios son pobres – Haití, en concreto, es la nación con menor renta per capita de toda América – y, en el caso de los que no son independientes, tienen problemas para hacerse oír en sus respectivas metrópolis. Incluso en Puerto Rico, que es un estado asociado a EEUU, la situación es pésima. La isla está en suspensión de pagos, y el desastre de sus infraestructuras es tal que Ricardo Ramos, director de la principal eléctrica de la isla, PREPA, declaró ayer que «si el huracán golpea como se espera, va a haber áreas que se queden sin electricidad durante tres o cuatro meses».
Pero el verdadero plato fuerte de Irma puede llegar en la madrugada del domingo, hora local (primera hora de la tarde de Europa). En ese momento, el huracán podría llegar a Key West y entrar en Estados Unidos directamente por Miami, una ciudad en cuya área urbana viven 10 millones de personas y en la que la mayor altura sobre el nivel del mar es de nueve metros y 14 centímetros. Los modelos que manejan los meteorólogos estadounidenses indican que esa opción tiene muchas posibilidades de darse. Tras entrar por Miami y seguir al norte por Fort Lauderdale, Irma podría girar al este y continuar por la llamada Costa del Espacio, ya que en ella está Cabo Cañaveral, y seguir al norte hasta Georgia o Carolina del Sur.
Así que las autoridades de Florida decidieron ayer una evacuación obligatoria de una serie de áreas cercanas a la costa en la región de Miami en las que viven 650.000 personas. Los edificios iban a cortar la luz y el agua a los residentes, que, de todas formas, veían ya dificultada la huida por la escasez de gasolina. Ayuntamientos como el de Palm Beach han ordenado la evacuación de todos sus residentes, incluyendo a los empleados del club de campo Mar-a-Lago, propiedad de Donald Trump. El presidente de EEUU ya está en una lista infinita de celebrities que han visto cómo las islas en las que están sus mansiones – en su caso, una en Saint Martin – han sido arrasadas por Irma. Y ahora viene José: otro huracán que se está formando y ganando fuerza y que llegará al Caribe en los próximos días.
Con las carreteras colapsadas por la evacuación – en EEUU – y destruidas por el tifón -en el Caribe – ha llegado un nuevo componente: la política sobre la reconstrucción. Los habitantes de las Islas Vírgenes han culpado al Gobierno británico de haberlos abandonado a su suerte. Y en EEUU Donald Trump ha utilizado la excusa de Irma y de Harvey – el huracán que destruyó parte de Texas el mes pasado – para traicionar a sus correligionarios republicanos y alcanzar un acuerdo con la oposición demócrata que aumenta el techo de deuda y también el gasto público. El giro de Trump ha dejado boquiabiertos a los líderes republicanos del Congreso, y a una parte de los votantes de ese partido, que lo consideran una traición. Como tuiteó el ex asesor de George W. Bush y líder de los neoconservadores de EEEUU que defendieron al invasión de Irak, Bill Kristol, de visita en Ferrol, «los congresistas han elegido el deshonor sobre la derrota, y han conseguido ambos».