Dramático testimonio de sobreviviente de naufragio en el Caribe
Fue una tragedia que estremeció a los dominicanos. En la madrugada del 4 de febrero un barco de fibra de vidrio y madera, o «yola» como le llaman en República Dominicana, naufragó en la Bahía de Samana en el norte de la isla.
La embarcación iba rumbo a Puerto Rico y, aunque había sido construida para transportar 30 personas, llevaba a bordo 75 pasajeros. Solo 13 sobrevivieron.
Contenido relacionado
En los últimos años, el costo de la vida se ha incrementado enormemente en el país. Según el Fondo Monetario Internacional, la inflación subió más de cinco veces entre 2009 y 2011 y muchos ven la emigración como la única esperanza.
La guardia costera de Estados Unidos afirma que más de 1.000 personas intentaron hacer el mismo viaje el año pasado, el doble del año anterior.
El gobierno señala que no tiene medios para patrullar una costa de más de 1.200 kilómetros y que, aún si los tuviera, hay muchas bahías y cuevas de donde pueden salir los barcos sin que nadie los detecte.
¿Pero por qué tantas personas dejan a sus familias y arriesgan su vida para irse a Puerto Rico ilegalmente?
«Porque amo a mis hijos, porque la situación está muy dura», me dijo María Sobeida Guzmán, una de las sobrevivientes del naufragio .
«Para salir adelante y progresar. Aquí no se encuentra trabajo, todo es caro, la vida es costosa, los alquileres, todo», añadió.
Mi diálogo con María transcurrió en la casa de su madre en San Francisco de Macorís, a dos horas de la costa, la ciudad de donde provenían muchas de las víctimas. Tan solo en una calle, la Madrigal Primera, residían más de 10 de las personas fallecidas.
«Quítate la ropa y lánzate»
«A veces la gente se desespera y creen que con irse a otro lugar, como Puerto Rico o Estados Unidos, es la solución para sus problemas. Pero emigrar ilegalmente no es la solución»
Leonel Fernández, presidente de República Dominicana
María recuerda que en la noche del naufragio llovía intensamente, hacía mucho viento y el mar estaba picado.
«Las olas eran fuertes y cuando subían altas, todos íbamos cogiendo y sacando agua, hasta que la última ola nos dio de frente y la yola se rompió y se hundió».
«Rezamos mucho a Dios, diciendo ‘ayúdame, Dios mío’. Todos luchamos para salir. Una amiga mía que estaba al lado me dijo, ¿qué vamos a hacer? Yo le dije ‘quítate la ropa y lánzate’. Yo me quité los tenis, la ropa, me quedé en ropa interior y me lancé».
María cuenta que nadó hacia unas personas que flotaban aferradas a un galón de gasolina.
«Yo luchaba, éramos tres muchachos y yo, luchando. Veíamos luces y pa’ allí íbamos. Esto pasó a las cinco de la mañana y me encontraron a las dos de la tarde. Yo me estaba muriendo de frío, tenía hipotermia».
María y los otros sobrevivientes fueron encontrados por pescadores de la población de Sabana de la Mar, en la Bahía de Samana, adonde también llegaron flotando los cuerpos de los muertos.
Médicos y enfermeras fueron hasta la localidad para tratar a los sobrevivientes. Muchos tenían quemaduras severas, debido al contacto con la gasolina y el agua salada, bajo los rayos de sol.
«Nunca había presenciado un caso así, de tanta muerte, de tantas personas en mal estado», señaló Ángela Peña una de las enfermeras que atendió a las víctimas. «Había personas con unas quemaduras muy grandes. Me impactó todo porque me sentía como abatida, como que eran personas mías. Eso fue lo que más me impactó».
Desesperación
En el mismo barrio en el que conversé con María Sobeida Guzmán visité otra casa donde vivían tres jóvenes que murieron en el naufragio.
Allí hablé con su tía, Giovani: «donde vivimos hay desempleados y están desesperados porque vivimos con una tasa de impuestos muy alta. La mayoría de los padres se desesperan cuanto tienen hijos. Como son jóvenes, se desesperan y toman la vía más corta y se van a coger una yola por donde sea».
La hija de Margarita Rodríguez también murió en el naufragio. «Tomó la yola porque estaba endeudada y quería irse por sus tres niños. Ella pensaba buscar trabajo en un salón de belleza cuando llegara a Puerto Rico».
Margarita tiene constantemente pesadillas con su hija. «Me mandaron al psicólogo y le dijeron a mi hijo, ‘no dejes sola a tu mamá porque se va a ir detrás de su hija'».
«Yo lo que espero es que si hubo una culpa en esto, si hubo alguien culpable, que lo pague», me dice entre lágrimas.
Búsqueda de responsables
Identificar a los responsables del naufragio no es tarea fácil.
Varios sobrevivientes se negaron a hablar con la BBC. Los viajes son ilegales y la información se pasa entre conocidos o amigos.
María Sobeida Guzmán me dijo que fueron «unas amigas» quienes le contaron del viaje.
El presidente dominicano, Leonel Fernández, me dijo que el naufragio era «una tragedia» y agregó que «República Dominicana es un país en vías de desarrollo y si bien en los últimos años la economía ha crecido un 7,2%, la gente tiene aspiraciones mayores que eso».
«A veces la gente se desespera y creen que con irse a otro lugar, como Puerto Rico o Estados Unidos, es la solución para sus problemas. Pero emigrar ilegalmente no es la solución». Fernández aseguró que su gobierno está «haciendo todo lo posible para crear oportunidades» de empleo para evitar la emigración prohibida.
Los dominicanos han tratado de cruzar ilegalmente a Puerto Rico durante años.
En 2004, debido a un colapso bancario, se estima que unas 12.000 personas intentaron hacer ese viaje. Pero este naufragio en particular ha impactado profundamente a la población dominicana, según me dijo Roberto Justo, el fiscal de Samana del Mar que está trabajando en el caso.
«Ha sido un caso que estremeció a la sociedad y al mundo. Más de 50 personas murieron porque les habían vendido un sueño, un ideal. Esto debe ser castigado y debe ser ejemplarizado, para decir al que venga a tratar de hacer este crimen, ‘te estamos mirando’, y darle un castigo».
Denuncias
En este momento dos hombres se encuentran bajo arresto. Uno de ellos fue detenido hace años por organizar viajes ilegales y ahora lo acusan de ser capitán y organizador. Se trata de Rey David Cepeda, quien reconoce haber hecho viajes similares antes, pero asegura que era solo un pasajero.
«Yo he ido a Puerto Rico tres veces. Una vez tuve un accidente de carro y por eso me deportaron, otra vez me agarraron pescando en una laguna prohibida. La otra volví porque mi mamá estaba enferma», me dijo en la cárcel fortaleza de Samana.
«Soy inocente, inocente de todo eso. Yo no sé leer ni escribir. Una gente que no sepa de letras no sabe manejar una brújula», me dijo.
Cepeda ha sido acusado formalmente pero no ha sido condenado. El fiscal dice que permanecerá encarcelado hasta que tenga lugar el juicio.
Algunas organizaciones locales han denunciado que los lucrativos viajes ilegales son organizados por mafias.
La oficina del fiscal general está investigando acusaciones de que algunos militares estarían involucrados. Intenté plantear estas acusaciones a la armada dominicana, pero a pesar de repetidas solicitudes, se negaron a hablar con la BBC.
En San Francisco de Macorís, María Sobeida Guzmán busca salir adelante junto a sus tres hijos. Los niños le pidieron que no volviera a intentar el viaje.
Cuando le pregunté si los escucharía o si intentaría nuevamente cruzar a Puerto Rico, se rió nerviosamente.
«Yo no voy a volver a hacerlo nunca más».
Pero cientos de dominicanos lo siguen intentado cada año y algunos de ellos, lo pagan con su vida.