Un líder llamado Cristiano
El fútbol, un deporte gremial, está colonizado por dos solistas sublimes, dos protagonistas de un duelo personal y colectivo sin precedentes en la Liga. Messi y Cristiano son la gran reserva del fútbol mundial. Sobre ellos gravitan dos plantillas mayúsculas, dos instituciones hidalgas, dos equipos lunáticos para el resto de adversarios. Si Messi acercó el martes al Barça a un punto, Cristiano respondió en el Manzanares con una actuación que le entroniza de nuevo. Él tiró del Madrid, le rescató en las malas, le aupó y le dejó en la cima con una goleada anestésica para el líder, que llegó al Calderón con aire angustiado. El Atlético, turbado, resistió mientras Diego tuvo depósito y no supo digerir el empate de Falcao. Murió con su propio gol y a merced de CR, fuera de su órbita y de la de tantos y tantos equipos.
En una plaza de primera y ante una situación límite es donde se espera a los elegidos. Y Cristiano fue un líder puntual. El equipo, atenazado por sus últimos infortunios, le necesitaba como nunca. Y allí estuvo el portugués, al frente del regimiento, en un partido poco panorámico hasta que el Madrid dio un paso al frente al verse empatado. A falta de fútbol, goles: territorio Cristiano.
Atlético, 1 – Real Madrid, 4
Atlético: Courtois; Juanfran, Perea, Godín, Filipe Luis; Gabi, Tiago; Diego, Arda Turan (Koke, m. 77), Adrián; y Falcao. No utilizados: Asenjo; Domínguez, Assunçao, Fran Mérida, Pizzi y Pedro.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Coentrão; Khedira, Xabi Alonso; Di María (Callejón, m. 84), Kaká (Özil, m. 46), Cristiano; y Benzema (Higuaín, m. 70). No utilizados: Adán; Varane, Albiol y Granero.
Goles:0-1. M. 25. Cristiano. 1-1. M. 55. Falcao. 1-2. M. 68. Cristiano. 1-3. M. 83. Cristiano, de penalti. 1-4. M. 87. Callejón.
Árbitro:Delgado Ferreiro. Amonestó a Arbeloa, Xabi Alonso (se pierde el próximo partido), Filipe Luis, Di María y Koke.
Unos 45.000 espectadores en el Vicente Calderón.
No es la primera vez que el Madrid tiene más puntería que fútbol. Asediado por el Barça, el equipo se puso a los pies de Ronaldo. En un partido casi límite, no hubo huellas de Kaká, Özil o Benzema, ingrávidos en el Manzanares. Con el Atlético en estado de excepción y el Madrid con una ligera taquicardia, el partido fue un alboroto, con numerosas calamidades para la pelota, que brincó lo suyo, salvo a los pies de Cristiano.
De entrada, con el fútbol en tinieblas, Ronaldo ejecutó una falta con maestría. Se podrá discutir que Courtois favoreció el gol con su neutralidad, porque el belga decidió enquistarse en el centro de la portería, sin custodiar el palo derecho o la vía izquierda. Una apuesta arriesgada, pero el dinamitero disparo de Ronaldo hizo que el balón salvara la barrera y lloviera del cielo como un meteorito. Un destello en medio del barbecho, en un partido sin fútbol recreativo.
No fue el Madrid esperado, el que este curso ha sabido gobernar muchos partidos. Anoche solo tuvo el mazo de su estrella. Se pareció a sí mismo el Atlético, que juega a parpadeos, con mucho voltaje y poca pulcritud. Vive de las descargas de algunos distinguidos, como Adrián, Falcao, Arda y Diego, pero con demasiadas intermitencias. Ante el Madrid logró trabar el partido, desteñir al líder, incómodo, con muchos jugadores fuera de plano.
Hasta el tramo final, tan solo Cristiano abrió brechas en el macizo rojiblanco. Nadie le secundó, con el resto de la tropa sin brújula en un partido selvático. Más raquítico que de costumbre en ataque, el Madrid se entregó a sus centrales y al tajo de Khedira y Alonso, obligados a tirar de escoba en el medio campo por la desidia de Kaká y las amnesias defensivas de Di María, convaleciente hasta hace unos días. Un sufrimiento para Arbeloa, que siempre se vio en inferioridad ante Filipe Luis y quien le auxiliara. Sancionado pasada la media hora, el lateral madridista tuvo que contenerse. Tampoco Juanfran tuvo escolta ante CR.
En un duelo sin riendas, intempestivo, el partido se movió por sacudidas. Las tuvo el Atlético a raíz del primer tanto de Cristiano. Las tuvo el Madrid, especialmente tras el empate de Falcao, cuando encapsuló a su rival. Una secuela inopinada. El empate sentó como un tiro al conjunto de Simeone y espabiló al Madrid, que reaccionó cuando se vio a punto de irse a la lona. El Atlético, con diente hasta entonces, se volvió ulceroso. Incapaz de domesticar el juego a partir de futbolistas de buen pie como Arda y Diego, el cuadro colchonero es proclive al vértigo, al choque a toda pastilla. Lo mismo dio que el propio partido le desmintiera. Del trazo más largo, de su única jugada con partitura, llegó la diana de Falcao. Toque a toque hasta que Adrián colgó la pelota al área, Ramos no llegó a tiempo y Coentrão no puso el candado. Un suicidio ante Falcao, un tigre que vuela como un águila.
Sometidos uno y otro por el resultado, el encuentro se decidió de forma episódica. En el barullo y desgobierno otra vez se impuso Cristiano. Un cañón. Su segundo gol fue estruendoso, un latigazo desde fuera del área con tantos efectos que la pelota pareció sacar la lengua a Courtois. Tenía vida el Atlético, solo un gol por debajo, pero para entonces el coloso portugués llevaba a todos sin cadena. Hasta que se rindió Godín, que atropelló sin sentido a Higuaín. CR anotó de penalti y luego Callejón bajó la persiana. De nuevo el Atlético, con o sin Simeone, salió mal parado de su reto capitalino. Por tenso que esté el Madrid, por fútbol que le falte en ocasiones, con Cristiano al frente no tiene fin. El Barça, con Messi, tampoco. Pero llega a rebufo. Eso sí, uno y otro no están saciados, nunca lo están. Queda trama.