Maracanazo del Chelsea en Múnich/Bayern 1 (3) – Chelsea, 1 (4)
Mata no podía parar de llorar mientras se arrodillaba en el suelo ante la enloquecida hinchada blue. Acababa de fallar su penalti, pero su equipo se había proclamado campeón de Europa por primera vez en 107 años de historia. Después de haber disparado una sola vez entre los tres palos, el cabezazo de Drogba que supuso el empate en el minuto 88, y tras haberse impuesto en la tanda de penaltis gracias a los goles de David Luiz, Lampard, Cole y Drogba. El costamarfileño, a los 34 años, se erigió como el héroe eterno de los blues. Desolados, los jugadores del Bayern cayeron víctimas del capricho del dios del fútbol, vestido en Múnich de azul. De la misma manera que en 2001 le ganó al Valencia en la crueldad de los penaltis, esta vez le tocó perder en su novena final europea.
Bayern 1 (3) – Chelsea, 1 (4)
Bayern: Neuer; Lahm, Tymoshchuk, Boateng, Contento; Schweinsteiger, Kroos; Robben, Müller (Van Buyten, m. 86), Ribéry (Olic, m. 97); y Mario Gómez. No utilizados: Butt; Rafinha, Petersen, Usami y Pranjic.
Chelsea: Cech; Bosingwa, David Luiz, Cahill, Ashley Cole; Mikel, Lampard; Kalou (Fernando Torres, m. 84), Mata, Bertrand (Malouda, m. 73); y Drogba. No utilizados: Turnbull; Ferreira, Essien, Sturridge y Oriol Romeu.
Goles: 1-0. M. 83. Müller remata de cabeza en el segundo palo un centro de Kroos. 1-1. M. 88. Drogba, de cabeza tras un córner.
Penaltis: Lahm, gol. Mata, para Neuer. Mario Gómez, gol. David Luiz, gol. Neuer, gol. Lampard, gol. Olic, para Cech. Cole, gol. Schweinsteiger, al palo. Drogba, gol.
Árbitro: Pedro Proença (Portugal). Amonestó a Schweinsteiger, Cole, David Luiz, Drogba y Fernando Torres.
69.900 espectadores en el Allianz Arena de Múnich.
Todos atacan en el Bayern. Los laterales, por supuesto, sin importar demasiado que no estuviera Alaba, sancionado, porque Contento tenía las mismas órdenes. El punto de partida fue Tymoshchuk, el medio ucranio, en funciones de central para cubrir la ausencia de Badstüber. Su salida con la pelota resultó aceptable. Hasta Boateng saca, si se tercia, el balón de espuela.
Schweinsteiger, Kroos y Müller aseguraron la posesión del balón, pero el desequilibrio debía llegar por las alas. En su emparejamiento con Bosingwa, Ribéry recibió un patadón en los gemelos como señal, siendo disculpado el lateral portugués por el paisano Proença. Entre la riqueza táctica del cuadro de Heynckes cabe la posibilidad de que Robben abandone su orilla derecha y se presente a acompañar a Ribéry por la izquierda. En ese caso, la defensa blue ya no sabía cuántos zagueros poner para frenarlos. De una de esas aventuras de Robben al lado de Ribéry nació la mejor ocasión de los bávaros en la primera parte: un tiro de Robben despejado por Cech antes de ser repelida la pelota por el palo.
Toda la obra del Bayern quedó en nada en el primer tiempo porque Mario Gómez estuvo desacertado en los controles y en los remates. E incluso cuando en una maniobra preciosa, una finta con el cuerpo, había tumbado a Cahill en la corona del área, lo estropeó con un disparo a las gradas.
Mata juega a un deporte y la mayoría de sus compañeros a otro. Su control de un balón caído como un meteorito, con la puntera de la bota izquierda, junto a la tribuna del estadio Allianz Arena, provocó los suspiros de admiración de la grada blue. Desde la media punta, Mata jugó un primer periodo casi perfecto, tocando de primeras, abriendo a los costados e iniciando casi todas las contras. Asociándose con el único capaz de devolver una pared, Frank Lampard, puesto que Drogba mostraba su lado más tosco, más predispuesto a chocar que a ninguna otra cosa. Y a saltar en las acciones de estrategia defensivas.
Di Matteo quiso dejar su sello en la final con la sorpresa en el interior izquierdo de Bertrand, el primer caso de un debutante en Champions en una final. El chico, internacional inglés sub 21, solo ha disputado seis partidos en la Premier. Y, como era previsible, se le notó precipitado.
Jupp Heynckes salió del banquillo maldiciendo en el arranque del segundo periodo. Robben había superado en carrera a David Luiz con suma facilidad, pero su centro se quedó atrapado entre las piernas de Ashley Cole. El técnico alemán empezaba a sentir en la piel el síndrome del Barça: atacar mucho para nada. Siempre hay un cuerpo de los blues interpuesto entre la portería y las aspiraciones del Bayern.
Tan enclaustrado el Chelsea en su campo, cuando recuperaba la pelota y se la entregaba a Mata, este debía mirar atrás porque no había nadie por delante a quien entregársela. Y como no estaba Ramires, tampoco nadie corría los 100 metros hasta la portería de Cech. ¿Cómo jugar a la contra sin velocidad? Uno de los ayudantes de Di Matteo sacudía su mano izquierda instando a sus jugadores a correr hacia atrás, a defender todos.
Por fin, a uno de los centros templados de Ribéry no llegó Gómez, pero sí al segundo palo Müller, que picó muy hacia abajo. El bote del cuero sorprendió inopinadamente a Cech y la pelota entró tras acariciar el larguero. Solo entonces, en el minuto 82, Di Matteo se atrevió a dar paso a Torres por un irrelevante Kalou. En la primera intervención del madrileño, provocó un córner al filo del final. El centro de Mata lo cabeceó con tal violencia Drogba que dobló la mano izquierda de Neuer. El costamarfileño se puso a rezar por el milagro: era el primer tiro a puerta de los blues. Y su hinchada, apostada en ese fondo, rugió como merecía. El miedo ahora pululaba por la casa del Bayern.
Tan tranquilo durante los partidos, Di Matteo fue un torbellino de indicaciones antes de la prórroga. A Heynckes, el rostro enrojecido estaba a punto de estallarle. El tiempo extra arrancó con un cambio de excelente ritmo de Torres y, a continuación, una torpeza defensiva de Drogba, que enganchó por detrás a Ribéry dentro del área. El penalti de Robben lo paró Cech. Schweinteiger se había girado para no ver cómo el extremo holandés volvía a fallar otro penalti decisivo, como el de Liga ante el Dortmund.
¡Qué mirada de Di Matteo a Torres por no bajar a cubrir el interior derecho! El atacante español, cargado de obligaciones defensivas, ya casi ni se atrevió a subir. Pese a un fuerte dolor en el aductor derecho, Mata quiso jugar también la segunda parte de la prórroga. Sus compañeros instaban al técnico a que lo cambiara, porque estaba cojo, pero Di Matteo se negó. El Bayern siguió a lo suyo, atacando, mientras Drogba se lanzó al suelo con la vana esperanza de que echaran el balón fuera. Pese a estar roto en el aductor de la pierna izquierda, Mata le pidió a Di Matteo lanzar el primer penalti de la tanda. Después lo falló y pasó los 10 minutos peores de su vida. Hasta que Drogba le demostró que esta vez el fútbol era azul.