El partido perfecto del Barça
El arte es un misterio y como tal se muestra en situaciones insospechadas, como ayer en el Camp Nou, en una noche desapacible por el frío y el agua, ante un contrario que tiene por costumbre responder o negar al Barcelona como es el Getafe. No parecía el mejor día para arrancarse a jugar al fútbol y, sin embargo, a Pep Guardiola le dio por juntar a Iniesta, Messi, Xavi y Busquets y los azulgrana se marcaron una actuación excelente, a ratos excelsa, tan precisa que merecería ser interpretada por un matemático si no por un poeta, nada que ver con la épica futbolística y, en cambio, muy propia de la mejor estética.
Los triángulos y las paredes, el rombo y el cuadrado y las elaboraciones y las combinaciones se sucedieron como repertorio de una ciencia exacta. El fútbol del Barcelona fue de salón. Muy técnico, riguroso con el cuidado del balón y, al mismo tiempo, con momentos de una admirable improvisación. Igual que la mejor banda de jazz. La noche fue tan solemne que no se reparó ni en el marcador ni en la clasificación, sino en el compás de Busquets, el cartabón de Xavi, el lápiz de Messi y la luz de Iniesta. Había que mirar al campo, se imponía no perder detalle, convenía memorizar cada jugada desde que se supo el once titular.
Lesionados Piqué y Alves y sancionado Cesc, formó el Barcelona con una alineación de impacto, nada de concesiones, la mejor manera de respetar al adversario, al partido y, por supuesto, a la Liga. Alrededor del medio del campo se agruparon Xavi, Busquets, Iniesta y Messi, cuatro jugadores exquisitos, mientras tres extremos se repartían el frente de ataque (Pedro, Alexis y Cuenca) y cerraban tres zagueros (Puyol, Mascherano y Adriano). A los azulgrana les interesaba atacar muy bien, tanto por dentro como por fuera, y su entrenador no reparó en medios, consciente de la buena defensa del Getafe, preocupado Guardiola por las dificultades que plantean siempre los equipos de Luis García. Ayer no fue una excepción, al menos en su puesta en escena, porque el Getafe se acomodó en el Camp Nou con una línea de cuatro atrás, trivote en la medular, dos jugadores abiertos a las bandas y un delantero.
Barcelona, 4 – Getafe, 0
Barcelona: Valdés; Puyol, Mascherano (Muniesa, m. 83), Adriano (Montoya, m. 76); Xavi, Busquets, Messi, Iniesta; Cuenca, Alexis y Pedro (Tello, m. 79). No utilizados: Pinto; Bartra, Thiago y Keita.
Getafe: Moyá; Miguel Torres, Cata Díaz, Alexis, Masilela; Rubén Pérez, Casquero, Juan Rodríguez (Barrada, m. 68); Ríos (Arroyo, m. 89), Miku y Diego Castro (Gavilán, m. 68). No utilizados: Codina; Lacen, Güiza y Valera.
Goles: 1-0. M. 13. Alexis, a pase de Messi. 2-0. M. 44. Messi, a centro de Iniesta. 3-0. M. 73. Alexis, de cabeza. 4-0. M. 75. Pedro, también de cabeza.
Árbitro: González González. Mostró la tarjeta amarilla a Messi y Gavilán.
No parecía fácil filtrar un pase. Era difícil ganarse un metro. Se sabía de la dificultad de armar el tiro. El escenario demandaba mucha finura en el área rival y una atención extrema en la propia porque se planteaban situaciones de máximo riesgo, de uno contra uno, por la zaga de tres del Barcelona y la capacidad del Getafe de atacar con Miku, Castro y Ríos. Y el Barça respondió a ambas cuestiones de forma sobresaliente, muy exquisita, acorde con su formación y el guion del partido.
Al descanso se llegó con dos goles distintos e igualmente brillantes, el primero de Alexis y el segundo de Messi, precisamente los dos jugadores elegidos para marcar las diferencias a partir del desequilibrio provocado por los medios: el rombo del Barcelona (Busquets, Xavi, Iniesta, Messi) desarticuló el triángulo del Getafe. Acertaron los azulgrana en la primera llegada: tocó celestialmente Iniesta, la dejó Messi con el pecho para Alexis y el chileno regateó a Cata Díaz y Alexis sucesivamente como falso nueve para enroscar la pelota a la red. Y no volvieron a atinar los barcelonistas hasta la última: Messi se apoyó sutilmente por dos veces en Iniesta antes de rematar con furia al marco del Getafe.
El tuya-mía de Iniesta y Messi es una jugada de museo, la síntesis perfecta del fútbol del Barcelona, la expresión máxima del toque, el movimiento y la precisión. Los dos futbolistas azulgrana eliminaron hasta a seis defensas en una combinación de billar, sobre todo por ser un compendio de elegancia y belleza. Actuaban de memoria, a ciegas, igual que cuando jugaban en el cadete o en el juvenil, miembros todos de una misma familia y manera de entender el fútbol. La marca de La Masia es inconfundible. El mérito de la cantera azulgrana fue ayer que cada uno de sus jugadores procuró estar a la misma altura de Messi o procurar, al menos, no despertar su ira como niño consentido que es, como recuerda Villoro.
Messi ejercía ayer el liderazgo sin un solo reproche porque Iniesta estaba especialmente lúcido; Alexis se excedía como goleador, con los pies y con la cabeza, como pasó en el 3-0, después de quedarse seco desde el partido contra el Bayer Leverkusen, y volvía a marcar Pedro. Al final, se contaron cuatro goles y pudieron ser muchos más si no hubiera fallado la puntería. El partido se puso tan exquisito que, a última hora, reapareció La Pulga para poner el punto final, el sello inconfundible del mejor jugador del mundo, con una jugada para enmarcar: empezó a recortar y regatear en un córner y no paró hasta llegar a la línea de fondo y, al borde del área pequeña, picó el cuero hacia la portería. No entró porque metió la cabeza Torres.
Al Getafe le dio por la contemplación más que por la competitividad, quizá porque el juego del Barcelona no admitía réplica ni con cambios tácticos, por más que se las sepa todas García. Apretado por su entrenador y a gusto con una cancha rápida, el equipo azulgrana se puso muy serio y sumó su décima victoria consecutiva al tiempo que Messi mantenía su racha goleadora (61 goles, 39 en la Liga). A la espera del partido del Madrid, queda el Barça a un punto después de recrearse ante el Getafe, vencido por la velocidad de ejecución azulgrana. Matemática y futbolísticamente, queda Liga.