Habla el hombre que escondió a Saddam Hussein
Dawr. Alaa Namiq no quiere hablar al respecto. O se muere por hacerlo. Es difícil de decir. Un minuto mueve su cabeza en negación, callado como una piedra. Poco después, comienza a jactarse de ello y no deja de hablar.
“Yo cavé el agujero para él”, dice con sus ojos inflamados de orgullo.
“El agujero”, conocido en el mundo entero como “el agujero de la araña”, es el minúsculo búnker subterráneo en la granja de Namiq, donde el exdictador iraquí, Saddam Hussein, fue capturado por soldados estadounidenses el 13 de diciembre del 2003.
Namiq y su hermano mayor, Qais, rara vez han hablado públicamente sobre la forma en que ayudaron a ocultar al fugitivo más buscado del mundo durante casi nueve meses.
Pero ahora, mientras bebe té en el pequeño y modesto restaurante que abrió este verano, Alaa Namiq parece estar dispuesto.
Tal vez ha pasado el suficiente tiempo. Tal vez pocos se lo han preguntado. Pero por alguna razón, ahora Namiq habla de cuando ocultó al hombre que su familia había conocido durante décadas.
“Él vino a pedirnos ayuda y le respondí que sí. Él me dijo, ‘es posible que seas capturado y torturado’. Pero en nuestra tradición tribal árabe y por la ley islámica, cuando alguien necesita ayuda, se le ayuda”, expuso Namiq, de 41 años.
Hussein nació en una aldea cerca de Tikrit, al norte de esta pequeña ciudad a orillas del Río Tigris. Cuando los militares de EU fueron en su búsqueda, Hussein se convenció correctamente de que encontraría refugio entre los miembros de su clan Tikriti, entre los exuberantes huertos de palmeras, naranjos y perales.
Namiq narró que él y Qais fueron detenidos junto con Hussein y luego pasaron seis miserables meses en la prisión de Abu Ghraib.
Relató que su familia, sobre todo él y Qais (quien se negó a ser entrevistado), ayudaron a Saddam Hussein a moverse entre las distintas casas de la zona, desde la invasión de marzo del 2003 hasta su captura.
Hussein nunca utilizó un teléfono, afirmó, a sabiendas de que los estadounidenses buscaban su voz. Indicó que Hussein leía y escribía mucho, prosa y poesía, y que sus escritos fueron confiscados por las tropas estadounidenses que lo capturaron.
Namiq comentó también que Hussein escribió a su esposa e hijas, pero nunca las vio. Sus únicos visitantes eran sus hijos Uday y Qusay.
Hussein publicó varios discursos durante el tiempo que estuvo en la clandestinidad, en los cuales exhortaba a sus seguidores a combatir a los estadounidenses. Namiq aseguró que él y Hussein los grabaron juntos en una pequeña grabadora.
Enterado que los estadounidenses analizarían las grabaciones en busca de pistas sobre el paradero de Hussein, Namiq dice que una vez condujo 10 kilómetros hasta la ciudad de Samarra, se estacionó a la orilla de la carretera y grabó los sonidos del tráfico urbano.
“Yo quería marear y confundir a los estadounidenses”, aseguró.
Namiq evidente aún venera a Hussein, quien fue ahorcado en el 2006.
“Saddam sabía que algún día sería capturado y ejecutado”, abundó Namiq. “En su corazón, sabía que había perdido todo y que ya no era Presidente. Así que empezó con algo nuevo: la guerra santa contra los invasores. Él sacrificó todo lo que tenía, incluidos sus dos hijos, por el bien del país”.
Platicó que cuando fue detenido en Abu Ghraib, una interrogadora que le dijo que se parecía Tom Selleck, le preguntó diariamente sobre armas de destrucción masiva y los escondites de los asesores de Hussein.
Acusó que cuando fue detenido en Abu Ghraib, su celda fue mantenida en total oscuridad 24 horas al día y que los guardias tiraban baldes de agua para mantenerla constantemente húmeda. Afirmó que fue encapuchado, golpeado y mordido por perros.
También aseguró que fue sometido a ejecuciones falsas y constante y ensordecedora música rock.
“Soporté a los perros y la tortura, pero ya no podía soportar aquella música”, reprochó Namiq, sin rastro de humor en su voz.