Published On: Vie, Sep 14th, 2012

EE UU trata de contener la extensión de las protestas

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Estados Unidos trata de contener una ola de protesta contra sus embajadas y consulados en el mundo islámico con una combinación de acciones diplomáticas y expresiones de fuerza que pondrán a prueba la firmeza de Barack Obama y el acierto de su política exterior a pocas semanas de las elecciones presidenciales.El Gobierno norteamericano ha dejado claro que deplora el contenido del video —con el que se justifican las manifestaciones violentas— y que no tiene nada que ver con su producción, al tiempo que barcos con misiles y aviones sin tripulación avanzan hacia las costas de Libia.

Obama ha insistido en que “ningún acto de terrorismo quedará impune”, y ha advertido que su país “hará justicia con los que han cometido este crimen” y “hará todo lo que sea necesario para proteger a los ciudadanos y los intereses norteamericanos” en cualquier parte del mundo.

Los sucesos ocurridos el martes en Bengasi, donde fueron asesinados cuatro diplomáticos norteamericanos, incluido el embajador, Christopher Stevens, y en El Cairo, se han repetido este jueves en la capital de Egipto y se han extendido a otras ciudades con mayoría de población musulmana. El incidente más grave ha ocurrido en Saná, la capital de Yemen, donde varios cientos de jóvenes intentaron atacar la embajada estadounidense, aunque fueron contenidos por las fuerzas de seguridad de ese país.

Hay informaciones sobre protestas similares en Teherán, donde medio millar de personas gritaron “¡Muerte a América!” frente a la embajada suiza, que representa a Estados Unidos, y en Bagdad, donde la manifestación ha sido promovida por una de las organizaciones violentas que combatieron en su día contra los soldados norteamericanos. Pequeños grupos, igualmente irritados por el vídeo elaborado por elementos de extrema derecha con intención de denigrar la figura de Mahoma, salieron a la calle en Marruecos, Túnez, Sudán o Bangladesh.

En la mayoría de los casos, los Gobiernos de esos países, algunos elegidos tras los levantamientos originados por la primavera árabe, condenaron la violencia de las protestas. El presidente de Yemen, Abdu Rabu Mansur Hadi, que sustituyó al dictador Ali Abdullah Saleh, hizo pública su “sincera disculpa al presidente Obama y al pueblo de EE UU”, a la vez que urgió a cesar de inmediato cualquier tipo de agresión. El presidente Mohamed Morsi, de Egipto, que había tardado en expresar su posición, defendió ayer la santidad de Mahoma como “una línea roja para los musulmanes”, pero añadió que lo ocurrido en El Cairo y Bengasi es “inaceptable y rechazable”, entre otras razones, porque “Mahoma nos enseñó respeto a la vida humana”. “No aceptamos, ni perdonamos ni aprobamos de ninguna forma estos ataques contra embajadas o consulados o contra la gente”, declaró Morsi, con quien Obama habló por teléfono el miércoles.

La Administración norteamericana está en contacto con las autoridades de todos esos países para intentar que sus fuerzas de seguridad impidan la continuación de la violencia contra las embajadas. LA secretaria de Estado, Hillary Clinton, hizo ayer una nueva condena de lo sucedido hasta ahora y trató de salir al paso de la confusión sobre el vídeo que lo ha provocado. “Este vídeo es repugnante y censurable. El Gobierno de EE UU no tiene absolutamente nada que ver con él, pero no hay ninguna justificación para responder con violencia”, dijo Clinton. El vídeo es el tráiler de una película que, probablemente, no existe, y su repentino impacto entre los círculos islámicos más radicales ha cogido a todo el mundo por sorpresa. Clinton intentó explicar que, pese a que le repugne, el Gobierno de EE UU no puede impedir que alguien haga un vídeo así porque en este país existen unas garantías constitucionales que protegen la libertad de expresión.

Las autoridades norteamericanas, que investigan los detalles de lo ocurrido en Bengasi para tratar de castigar a los autores del crimen, se inclinan a pensar que el vídeo es una excusa de Al Qaeda o grupos similares para atacar a EE UU, precisamente el 11 de septiembre. Los datos que se conocen del ataque al consulado en esa ciudad, en el que, según testigos, actuaron hombres bien armados y coordinados entre sí, hace pensar que la operación estaba premeditada y bien estudiada.

Washington está tratando de avanzar en esa investigación con la colaboración de las autoridades libias, que han condenado sin paliativos a los atacantes. El viceministro de Interior libio, Wanis Sharif, ha informado de la detención hasta ahora de cuatro sospechosos de «instigar» el ataque, informa Reuters. Obama ha hablado por teléfono con el presidente libio, Mohamed Yusuf al-Magariaf, para discutir el tipo de repuesta que hay que dar a lo sucedido. A la espera de los resultados, los barcos de guerra norteamericanos estarán en pocos días más en posición para disparar misiles Tomahawk contra posibles reductos de extremistas islámicos instalados en territorio libio durante la pasada revuelta popular.

El uso de la fuerza constituye, por supuesto, una baza muy arriesgada para Obama. Por un lado, es la más contundente expresión del rechazo que ha provocado entre los norteamericanos el asesinato de un embajador que, además, se había implicado personalmente en el esfuerzo del pueblo libio para conquistar su libertad. Pero, al mismo tiempo, una acción militar, incluso una de carácter muy limitado, podría alentar aún más las actuales protestas.

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